Al final de la década de los años 40 (1948) y con la ayuda del aquel entonces presidente de la Liga Evangélica Internacional, el Reverendo E. G. Anderson, cuyo propósito era propulsar de manera incansable la obra Misionera en el Mundo, ofreció su invaluable ayuda a un joven pastor cubano llamado Danilo Gonzalo, para iniciar una congregación que comenzara a dar sus primeros pasos, en una casa de madera ubicada en un lugar de la capital de Cuba.
Durante cuatro años ese lugar se fue adaptando y agrandando de acuerdo con el crecimiento que Dios daba aquella labor. Entonces, se solicitó la construcción de un templo basto y acogedor, que se alzara como Luz del Evangelio a las almas perdidas en el pecado; a partir de julio de 1953 fueron dirigidos todos los esfuerzos para lograr esta visión. La declaración de los dedicados a la tarea fue “Dios puede lograrlo, si todo cooperamos, el templo se hará”.
Y así el 18 de Septiembre de 1954 se levantó en una de las calles de Marianao, el templo de la Liga Evangélica de Cuba.